logo Denominacional;

logo Denominacional;

miércoles, 11 de agosto de 2010

Mi experiencia en el Seminario Evangélico de Puerto Rico

Cada paso de la vida cristiana debe ser un proceso de formación y transformación que lleve al ser humano a ser capaz de cumplir su llamado y vocación como servicio a Dios y a la sociedad donde se desarrolla. Como Pastor quien recibió el llamado de Dios, el cual ha sido afirmado y confirmado por la Iglesia Evangélica Unida de Puerto Rico, como parte de mi proceso formativo, fui enviado al Seminario Evangélico de Puerto Rico, la Escuela de Profetas por excelencia de nuestra nación.
Al llegar al Seminario estaba deseoso de conocer más, de tener más herramientas para servirle a Dios y a mi Iglesia que tanto amo. Contrario a otros compañeros/as que llegan temerosos que le “maten la fe”, agradezco a Dios por mi Pastor, el Rvdo. Carlos L González, quien era seminarista cuando le conocí y me ayudó a apreciar a través de sus predicaciones el valor del Seminario para la formación pastoral.
Llegue a la sala de clases y me encontré con un grupo diverso de hermanos y hermanas que tenían esa misma convicción de recibir una formación. Como persona relacionada a la Iglesia pensé que solo iba a aprender ciencias bíblicas y otras ramas muy necesarias para la pastoral, mas allí me esperaba el Alfarero por excelencia que a través de los profesores no solo me preparó académicamente, sino en la transformación en mi interior. Allí crecí y fortalecí mi espiritualidad, trabajé (y sigo trabajando) un proceso de sanidad interior el cual no esperaba sucediese en mi vida. En las aulas de clases reí, lloré, medité, consolé y fui consolado, en fin el Seminario tocó toda mi vida.
Formé una hermandad con muchos hermanos y hermanas metodistas, presbiterianos, bautistas, pentecostales, discípulos, católicos, no afiliados que perdura mas allá de la sala de clases. Conocí muchas de sus historias, sus alegrías así como sus frustraciones en la pastoral, sus aspiraciones y deseos de construir un mundo mejor. Me di cuenta que no estaba solo en este llamado, todos nos enfrentamos a los mismos retos y oportunidades de crecimiento.
Uno de los temas que fue tocado en el Seminario que me impactó fue el Jesús de la historia, tema que me fascina a tal punto que no le he soltado después de graduado. Pensar en Jesús como el ser humano que nos comprende, nos conoce, nos ama y se encarna en la realidad humana con todas las limitaciones, dolores y tragedias de un pueblo como la Palestina del primer siglo, me dio una nueva comprensión del texto bíblico así como de la vida misma. Hoy camino y dialogo todavía con ese Jesús muy humano, muy diferente a la imagen desencarnada que hemos construido a través de los años.
De la imagen del Cristo celestial halle un nuevo amigo, el Jesús caminante, pobre, cansado, enfadado, lloroso, airado, risueño, fiestero, alegre, soñador, humano, solidario, que ofrenda su vida por el Reino de Dios, en fin, un Jesús muy apasionado y autentico. Como Iglesia debemos volver a caminar de la mano de ese Jesús, ante un mundo de triunfalismo eclesial que nos desvía de la verdadera misión, la Iglesia debe ser la que camina entre los dolidos, despreciados y rechazados por la sociedad para decirles con voz firme y hechos concretos: “el Reino de Dios está entre ustedes… como diría el Dr. Eliseo Pérez: un Jesús que grita “que Viva el bembé”. La Dra. Agustina Luvis, mi amada profesora, preguntó en su predicación de la noche de logros de la clase graduanda: ¿Dónde están los leprosos, los cojos, los ciegos, la gente que Jesús buscaba y con la cual trabajaba en nuestras Iglesias? El que tenga oídos para oír…
Al comenzar el Seminario era el único Evangélico Unido. Procuré con fuerza poner en alto el nombre de mi denominación y defendí su valor en la historia de nuestra nación ante los que no nos conocían. De una Iglesia ausente por mucho tiempo en el Seminario (hubo varios años sin estudiantes Evangélicos Unidos), con el tiempo hemos llegado a ser una de las denominaciones con mas representación en la matricula del Seminario.
Uno de los cursos que mas disfruté fue el de Principios denominacionales. Durante un año entero tuve la oportunidad de compartir con mis compañeros pastores y pastoras, lo que ha forjado una unidad preciosa entre todos. Nos dimos a conocer no solo por la excelencia en el desempeño académico, sino porque “éramos muy ruidosos” según nuestro Presidente, el Dr. Sergio Ojeda.
Una experiencia grata que nunca olvidaré fue una conversación con el Dr. Ediberto López, profesor de griego y Nuevo testamento. Llegué a su clase lloroso enfrentado la crisis de mi hermano mayor partiendo por segunda vez a la guerra de Irak. Fui a darme de baja de la clase de griego. El Dr. López no lo permitió. Comenzó a dialogar conmigo para darme fortaleza. Al levantarme de la silla el Dr. López estaba comiendo unas galletas, tomó una en su mano, se volteó a mí y me dijo “tenga hermano, el cuerpo de Cristo”. Quedé en silencio hasta llegar otra vez a mi hogar, impactado por aquella visitación de Dios a mi vida en la cotidianeidad de la sala de clase. Al darle las gracias al profesor, el me dijo, “solo hice lo que Jesús hubiese hecho, fui hospitalario con usted”.
Otra experiencia que marcó mi vida fue el curso de Sanando el niño interior. De la mano de la Dra. Gloria Mock y de muchos hermanos y hermanas comencé a mirar hacia mi interior y ver qué cosas de mi crianza, mi desarrollo podían estar marcando mi vida. Descubrí heridas de eventos que no podía recordar, pero me limitaban como persona. Continuo fascinado con este tema y lo estoy compartiendo con los feligreses de mi congregación de Villa Flores, congregación que me ha apoyado en mis últimos años de estudio.
Al presentar mi ensayo de integración, paso final para obtener el grado académico, el cual tuvo como tema principal el Jesús histórico, el Dr. Sergio Ojeda me dijo una frase que me llenó de orgullo: “al leer tu ensayo, te leo como un evangélico unido completo, tu teología responde a una Iglesia con un trasfondo de servicio social y que camina entre los más necesitados como parte de su ministerio…”
Espero con la ayuda de Dios servirle mejor cada día y aplicar el conocimiento que he adquirido en estos años de estudio. Mi agradecimiento a mi amada novia y esposa Elinés Franco que ha dialogado conmigo por los últimos 11 años acerca del Jesús que nos acompaña en el camino como familia pastoral. Mi oración y aprecio por mis compañeros que continúan en la jornada educativa. Mi aprecio eterno a quien se ha vuelto mi hermano del camino al Seminario, el Pastor Alejandro García.
Mi agradecimiento a mi Iglesia Evangélica Unida de Puerto Rico, en la cual nací y en la cual pienso si Dios así me lo permite, cerrar mis ojos a la luz diciendo (tomando prestadas las palabras del poeta nacional, Juan Antonio Corretjer), “YO SERIA BORINCANO Y EVANGELICO UNIDO AUNQUE NACIERA EN LA LUNA”. Mi agradecimiento a la congregación de Coto Laurel, en la cual pastoreaba cuando comencé mi carrera en el Seminario. A nuestro amado Pastor general, Rvdo. Edward Rivera Santiago quien apoya y monitorea de cerca a todos los seminaristas con celo santo, gracias por su apoyo y acompañamiento.
Sobre todas las cosas, mi gratitud eterna al Alfarero de mi vida, quien me llevó a la rueda del Seminario para trabajarme y comenzar un proceso de sanidad y capacitación integral, sabiendo que mi Jesús no ha terminado todavía conmigo, mi dialogo con el Jesús que ama la vida abundante y el bembé continuará por la eternidad. Por todas las cosas, A DIOS SEA TODA LA GLORIA.