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domingo, 8 de junio de 2014

De la cruz a Pentecostés: salgamos del Aposento alto

Hechos 2:1- La Iglesia sin duda nace en Pentecostés. Aunque algunos teólogos piensan que nace en el momento que Jesús le revela a Pedro su vocación y misión, la Iglesia nace cuando recibe la visitación de Jesús en su espíritu Santo derramado en la fiesta de Pentecostés. Cuando la Iglesia es impulsada por la fuerza del Espíritu Santo a cumplir su misión y el propósito de Dios para el momento que le toca vivir, allí llega Pentecostés y allí nace la Iglesia. Cuando se caen las barreras y nace la fe en las posibilidades de Dios allí en ese Pentecostés nace la Iglesia, comienza la vida. La Iglesia es diferente a cualquier grupo de personas que creen en algo que se reúnen juntos cuando hay en ellos una poderosa experiencia de Pentecostés. Quiero en esta mañana reflexionar en dos instancias que la Iglesia primitiva y la de todas las edades ha enfrentado: • De la cruz hasta antes de Pentecostés: aunque los discípulos habían sido advertidos de que vendrían dificultades y hasta la muerte de Jesús como parte del plan de Dios, estos se encuentran aturdidos por los hechos de la muerte y hasta por la resurrección de Jesús. Aunque le han visto resucitar no pueden entender qué pasará de ese momento en adelante en sus vidas. ¿no nos pasa a nosotros/as lo mismo? Aunque hemos creído en un Cristo vivo y resucitado, ante las dificultades y las pruebas nos aturdimos, nos desorientamos, perdemos la fe en el poder de Dios para resolver cosas sencillas o complicadas en nuestra vida y la vida de nuestra familia. Perdemos de perspectiva los planes de Dios para nuestra vida. Ese de incomprensión o dificultad para ver el plan de Dios es el tiempo donde el Espíritu está trabajando para derramarse en nuestra vida. Si te sientes en uno de esos momentos donde todo se ve difícil, gris, triste, tiempos de frustración y hasta depresión; no pierdas de vista que Dios está preparando el escenario de tu vida para derramar un Pentecostés donde todas las cosas cobraran un nuevo sentido y tu vida verá un nuevo enfoque de la Voluntad de Dios para tu vida. El testimonio bíblico nos enseña de tapa a tapa hasta los mapas que la Gloria de Dios se derrama sobre su Pueblo cuando las dificultades parecen que van a vencer a la gente de Dios. Levanta tu mirada que se acerca el día de tu visitación se acerca. • Justo antes de pentecostés: la narración de Hechos nos indica que para que llegara el Pentecostés la Iglesia naciente tuvo que tener dos ingredientes principales o Unánimes: conjunto de personas que convienen/ coinciden en un mismo parecer o sentimiento. La unanimidad no es uniformidad ni homogeneidad, es la convergencia de pensamientos y voluntades. Para que llegue Pentecostés, todos nuestros corazones tienen que estar unidos en el propósito de Dios y lo que Dios quiere hacer en y a través de nuestras vidas. No tenemos que pensar igual o vestir igual, si tenemos que tener unidad de pensamiento y todos clamar “ven Espíritu de Dios, sopla sobre tu Iglesia y aviva tu obra en medio de los tiempos” Cuando se derrama el Espíritu en la Iglesia al igual que tiene que ocurrir hoy reconocemos que: • El Espíritu Santo es soberano: se manifiesta como quiere, donde quiere, de la forma que lo desee, a la hora que quiere con el solo propósito de confirmar la verdad de Jesús el Cristo resucitado y para cumplir la voluntad de Dios en la Iglesia. El Espíritu que se mueve sobre las aguas en la creación, que baja en forma de paloma para confirmar a Jesús en el bautismo, que desciende sobre la Iglesia como viento fuerte, puede hoy manifestarse de la forma que quiera con el propósito principal de guiar a la Iglesia a cumplir el plan de Dios un momento especifico. La señal de la presencia del Espíritu es el empoderamiento del pueblo para ser partícipes del plan de Dios y para seguir hacia donde el Espíritu Santo está señalando el camino. ¿Sabe algo amada/a? el reto es aprender a caminar la ruta menos caminada que Dios le traza a su Iglesia. Cuando los caminos que nos plantea Dios son distintos a los que deseamos recorrer. Para experimentar la fuerza de Pentecostés tenemos que OBEDECER lo que el ESPIRITU le dice a la Iglesia. También afirmamos que • El Espíritu Santo afirma la unidad en la diversidad: en Jerusalén había con motivo de la celebración de la fiesta de las cosechas o de las 7 semanas después de la Pascua muchas personas de diversos lugares que no hablaban hebreo. El Espíritu dio lenguas repartidas para que cada persona que estaba allí pudiera escuchar el Evangelio de Jesucristo. El Espíritu en Pentecostés se hace democrático, plural, internacional, multirracial, multilingüe para afirmar el propósito de Dios para cada ser humano. Por tanto la fiesta de Pentecostés nos tiene que repartir lenguas diversas para predicarle a los niños, jóvenes, adultos jóvenes, ancianos, extranjeros, los tirados en el caminar de la vida; en fin en la Iglesia que experimenta el pentecostés hay una palabra de vida para cada ser humano. Eso nos hará diversificar las estrategias de evangelismo, cambiar nuestras programaciones, renovar nuestras prácticas y costumbres para que estén alineadas con la voluntad de Dios. Cada día más incluir y NUNCA excluir de la mesa ni de la comunidad a ningún ser humano, los juicios le corresponden a Dios, al pueblo le corresponde afirmar la diversidad y celebrar las miles formas de comunicar a Jesús. Una Iglesia que escucha a la gente, la recibe, la ama, no la echa fuera ni la discrimina es una Iglesia que ha recibido la visitación del Pentecostés. Recordaba un muchacho que le di clase de cocina en Fajardo, no recuerdo su nombre. Pero si recuerdo que estábamos hablando de todo un poco un día y él me dijo que de las Iglesias que había visitado la más que le agradaba era la de los testigos de Jehová. “Él me dijo, yo sé que ellos tienen muchos errores, pero había un ambiente de familia, amistad compañerismo, un día me invitaron a construirle una casa a una familia de la Iglesia y todos estaban trabajando juntos, eso era una cosa bien bonita”. Ante este testimonio pues quedé muy pensativo. ¿Qué le podía decir? ¿Ellos están mal pero se tratan como una gran familia? ¿Después tendría que decirle que posiblemente eso no lo encontraría en una Iglesia protestante, en este caso mi Iglesia de Fajardo?¿Qué nos falta a nosotros y nosotras que todavía no podemos vivir una dinámica parecida a estas personas que no parecen tener la verdad del Evangelio pero sus prácticas hablan de amor de Dios como una gran familia? Aclaración, no estoy haciendo una apología a favor de los testigos de Jehová, estoy buscando reflexionar para enfrentarnos a la nuestra realidad. Tenemos que trabajar para afirmar una UNIDAD EN LA DIVERSIDAD poderosa, un testimonio que derribe toda artimaña del mismo infierno que desea fragmentar, dividir, crear “chismecitos” que nunca son pequeños, siempre enormemente dañinos. La UNIDAD EN LA DIVERSIDAD nos lleva a conocer que el • El Espíritu afirma que la Iglesia ha recibido poder: poder del resucitado, del Cristo en el cual habita toda la potencia del Dios de la historia. La Iglesia es llena de poder para transformar definición de lo que poder significa. Porque el poder de Dios radica en su santidad y su humillación en Cristo; a pesar de tener el poder para doblar toda rodilla en el cielo y la tierra y debajo de ella, Jesús se muestra como el mesías crucificado, hecho semejante al ser humano y muerto en la cruz. Las Escrituras afirman que esa humildad exhibida por Jesús es el camino para alcanzar la llenura y ser investidos del poder de Dios. Una Iglesia que afirma lo que dice el Apóstol Pablo en su carta a la Iglesia de Corinto y a la Iglesia de Galacia: o Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para predicaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. (1Co 2:1)Pues me propuse no saber otra cosa entre vosotros, sino a Jesucristo, y a Éste crucificado. (1Co 2:2)Y estuve con vosotros en flaqueza, y mucho temor y temblor; (1Co 2:3) y mi palabra y mi predicación no con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder; (1Co 2:4) para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. (1Co 2:5) o Con Cristo estoy juntamente crucificado; más vivo, ya no yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (Gal 2:20) La Iglesia recibe el poder del amor de Dios que sana, transforma, da vida los muertos, rescata, vivifica, levanta para llenos de ese amor amarse los unos a los otros y así amar al que llega a la comunidad de fe. Para nada el poder nos da privilegios o beneficios o superioridad para con otros. El poder que cada día recibimos del Espíritu Santo nos santifica, nos hace más humildes y sometidos bajo la mano de Dios. Ese poder no nos dice lo mucho que tenemos o poseemos, sino lo mucho que dependemos de Jesucristo para toda nuestra vida. La Iglesia que no depende de Dios fabrica dogmas, doctrinas, fabulas, cuentos, la Iglesia que depende humildemente de la mano de Dios es asertiva, llena de visión, conoce su misión y llamado, no imita las modas de turno, es auténtica, rica en unidad, rica en amor, rica en solidaridad. No se usted pero hoy yo deseo recibir un nuevo pentecostés, así que te invito a que en unanimidad y amor clamemos a una voz: “VEN ESPIRITU DE LA VIDA, LLENA HOY TU CREACION Y LLENANOS DE TU PODER PARA LLENOS DE TI SALIR DEL APOSENTO ALTO AL MUNDO EN TU NOMBRE, POR JESUCRISTO TE LO PEDIMOS, AMEN”