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miércoles, 23 de febrero de 2011

el dolor del crecimiento

2Pe 3:14-18 Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz. (15) Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, (16) casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición. (17) Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. (18) Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.


Una persona con mi estatura es considerada una persona mediana alta en nuestra sociedad. Mido algunos 6 pies, quizás en algunos años posiblemente sea considerado entre los bajitos de la sociedad, solo Dios sabe eso. Si estuviese entre baloncelistas, pues sería un enano. Tengo una foto que me tomé en el aeropuerto de Orlando, Fl hace varios años que estoy junto a Peter John Ramos y Ricky Sánchez, centros del equipo nacional de Puerto Rico, quienes miden 7’3’’ y 6’ 11’’ respectivamente. Por demás está decir que me sentí como un niño pequeño al lado de semejantes torres de personas.
Pero al contemplar esta foto me trajo recuerdos de mi etapa de cambio de la niñez a la adolescencia. Al cumplir 13 años era un muchacho muy bajito, a penas medía 5 pies. Todos mis amigos en el séptimo grado eran más altos que yo, para conversar con ellos tenía que mirarlos hacia arriba para poder mirarles a la cara. Solo tenía un amigo más bajito que yo, se llamaba Antonio J, quien tenía un desorden hormonal que no le permitía crecer normalmente, usaba un tratamiento de hormonas para crecimiento.
Uno de mis amigos más cercanos, le decíamos Julitin, me preguntaba ¿Por qué tú eres tan bajito si tu hermano mayor es bien alto? Nesty desde los 12 años ya media 6’, ahora mide como 6’3’’. Para esa pregunta nunca tuve respuesta lógica. Se suponía que si mi hermano era tan alto, yo compartía los mismos genes, pues de alguna manera me asemejara a mi hermano. Pero la realidad es que él era altísimo y yo era un niño muy pequeño.
A eso de los 14 años recuerdo muy bien una experiencia que hoy comprendo pero cuando la pasee no comprendía. Un día estaba sentado viendo televisión en la sala de la casa de mis padres, mi mamá estaba sentada frente a la casa bajo un árbol tomando fresco y conversando con varias vecinas. Una de ellas era enfermera. De repente sentí un dolor muy intenso en el pecho. Sentía como si me estuvieran estirando o halando de ambos lados la caja del pecho, como si alguien me quisiera esgarrar los huesos. Comencé a llorar del dolor y cuando se me pasó, creo que duró unos minutos, salí corriendo a decirle a mami, quien pensó llevarme a la sala de emergencias. Su amiga, quien era enfermera le dijo, “Emma, eso no es nada, este nene algún día va a ser bien alto, eso son los dolores de sus huesos estirándose”, después me miró y me dijo: “eso te va a seguir pasando pero cuando hayas crecido bien alto te acordarás de mi y ya no te dolerá”. Al llegar a la edad de 15 años, ya media 5’10”, entonces yo era el que tenía que mirar hacia abajo para poder hablar con mis amigos mirándole a la cara. Pero hasta que alcancé esa altura, seguí sintiendo dolores especialmente en las noches en mis huesos, en las piernas y brazos especialmente. Sentía esa molestia pero continuaba mi vida normalmente, me pasaba arriba y abajo jugando baloncesto, beisbol, corriendo patines, bicicleta como si nada. Al pasar el tiempo y reflexionar, comencé a entender que mi cuerpo se estaba desarrollando, se estaba estirando especialmente en las noches, cuando me detenía a descansar para reponer tejidos y nuevas energías. Por demás está decir que como adolescente mientras crecía tenía un apetito voraz, me pasaba comiendo a todas horas.
Esta experiencia me hace pensar en mi desarrollo personal, espiritual y nuestro desarrollo como Iglesia. Primeramente, quiero afirmar que el crecimiento como individuos y como Iglesia del Señor es un proceso natural. Si Dios te diseñó para que crezcas a cierta estatura pues crecerás hasta ahí. ¿Cómo saberlo hasta donde creceremos? No podría precisarle, pero mirando nuestra familia, nuestros padres, abuelos, hermanos podemos tener una idea hasta donde podríamos llegar. Cuando Dios nos diseña genéticamente para que crezcamos hasta cierta estatura pero hay algo mal, alguna condición que afecta este crecimiento, podría detenerse el mismo.
Crecer duele. El acto de expandirnos, tanto físicamente como espiritual y emocionalmente puede resultar doloroso, porque para que algo crezca primero tiene que romperse aquello que no permite el crecimiento. Me explico: cuando usted realiza algún ejercicio, especialmente luego de mucho tiempo de no haber ejercitado su cuerpo, la reacción primaria de las fibras musculares es hincharse como respuesta al ejercicio. Al no poder continuar hinchándose, comienzan a surgir lo que conocemos como los micro desgarres. Los músculos para poder seguir creciendo se desgarra ligeramente, pero con la capacidad de esa misma noche comenzar el proceso de creación de nuevo tejido muscular. Ese proceso resulta doloroso los primeros días, pero luego que el cuerpo agarra el ritmo de ejercicios, va desapareciendo el dolor. Pero si no somos responsables en continuamente hacer ejercicios, después de una o dos semanas de inactividad, se vuelve a experimentar los dolores.
La realidad es que los seres humanos nos resistimos a cualquier forma de dolor. ¿Por qué si usted va a inscribirse a un gimnasio le exigen firmar un contrato de por lo menos un año de membresía? Porque especialmente en año nuevo hay una avalancha de gente que quiere rebajar, pero no quieren pasar los dolores que significa el comienzo del ejercicio. Pero no todo dolor que pasamos es malo, si continuamos ejercitándonos después de pasar los primeros dolores podremos disfrutar de los beneficios del ejercicio. El dolor tiene dos capacidades increíbles a nivel emocional y espiritual: el dolor redime, nos sana al mostrarnos los que es verdaderamente indispensable en la vida; el dolor nos acerca a la fuente de sanidad, es decir a Jesús.
Hoy es tiempo de crecer, como individuos y como Iglesia, pero el crecimiento en tu vida y en la Iglesia tiene que ser integral, tu cuerpo se encargó de crecer parejo, no tienes una pierna más larga que otra por tanto hoy es tiempo de
• Madurar integralmente
• Estar dispuestos a pagar el precio
• Apreciar los dolores del crecimiento integral como unos que redimen y nos acercan a Dios
Llamado

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