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martes, 29 de marzo de 2011

19 de marzo de 2011

1 Reyes 19: 3-15
En este mundo que vivimos de las imágenes, el triunfalismo nos ha enfermado. Pensamos que las personas que tienen dinero son felices, los que visten de tal forma, tienen tal carro, frecuentan tales tiendas etc. son personas. A veces nos vemos tentados a copiar el recorte de tal artista, la ropa que usa la cantante, le ponemos los nombres de la realeza española a los niños que nacen: ya nadie se llaman Juan o José, ahora son Sebastián Alfonso, Gustavo Adolfo, las niñas ya no se llaman Iris, ahora son Claudia Sofía,
Los cristianos no nos quedamos atrás en esto de imitar el triunfalismo. Si una Iglesia le ha salido las cosas bien rápido tenemos la tentación en preguntarnos qué estamos haciendo mal nosotros para que no nos vaya tan bien como a ellos. Si algún hermano/a tiene un carro nuevo o una casa nueva, pensamos que si nosotros no la tenemos algo estamos haciendo de forma errónea. No me malinterprete, creo que todos/as debemos aspirar a alcanzar crecimiento y progreso en todas las áreas de nuestra vida, tanto cristiana como en nuestra vida cotidiana. pero lamentablemente, este mundo nos ha tratado de vender la idea de un súper cristianismo o una súper fe que es inmune hasta el catarro, en otras palabras los creyentes hemos comprado la idea de que todo tiene que mejorar o salir bien cuando estamos en el camino de Jesucristo.
Sin embargo los éxitos pueden ser pasajeros si en el camino perdemos el norte y la fidelidad. ¿Cuantas de esta gente que tiene dinero son genuinamente felices? Sospecho por las historias que escuchamos diariamente en las noticias, los periódicos que no son tantos los felices, sus vidas son trágicas y terminan en forma trágica.
Pero todavía tenemos presente entre la Iglesia el triunfalismo. Ahí está frente a nosotros esta idea. ¿Qué tal si las cosas no salen como queremos? Hoy cuando me levante tenía una idea distinta de lo que iba a predicar, Dios me inspiró a cambiar el mensaje y me llevó a un pasaje que nos enseña que los siervos/as de Dios ternemos momentos donde sentimos que no podemos mas y nos invade la frustración. Hoy podría ser que muchos/as aquí presentes estén agotados, cansados, frustrados, con deseos de no seguir adelante. La frustración y la depresión también encuentran lugar para colarse en la vida de fe del creyente. Todos/as hemos sentido deseos de abandonar todo, sentimos que las fuerzas se nos acaban, que ya no tenemos razones ni motivos para seguir trabajando en nuestro ministerio, esforzándonos por orar por nuestra familia, seguir adelante buscando mejorar la vida de la familia, seguir cargando y soportando esta enfermedad. La diferencia es que como tenemos que siempre estar “en victoria” algunos/as lo admitimos, algunos lo negamos. Pero por más que lo neguemos la realidad siempre nos alcanza. Negar un problema o una situación puede hacerla más complicada de lo que era en el principio.
Aquí encontramos al profeta Elías, una de las figuras mas importantes del AT. Huyendo por su vida después de derrotar a los profetas de Baal, se interna en el desierto a maldecir hasta el día que había nacido. Quería morirse, el viernes aprendimos que eso se llama una depresión mayor grave. ¿Cómo después de haber vencido en nombre de Dios a 400 profetas ahora este hombre huye?
La crisis, la desesperanza, el temor todos son sentimientos muy humanos. Elías, inundado por el cansancio se queda dormido en el desierto debajo de un arbusto. Su cansancio era de tal magnitud que se rindió, no pudo seguir, allí se encuentra con un ángel que el Señor envía para alimentarlo y para darle una palabra poderosa: “Levantarte y come, porque largo camino te resta”.
Hoy te digo a ti amado que te sientes así, “levántate, que el Señor quiere alimentarte, quiere darte fuerzas, quiere sanarte para que sigas adelante”. No te rindas ante la enfermedad, la escases, no te rindas ante la frustración, no te rindas si sientes que estás trabajando solo/a, Dios en esta hora quiere llenarte de sus fuerzas para que puedas seguir caminando de su mano poderosa. El camino se hace andando, la fe se vive en movimiento constante, aun cuando parece que nos hemos detenido, algo está haciendo Dios allí con nuestra vida para que se fortalezca, se llene de ánimo y fuerzas nuevas y de experiencias que nos afirman en el caminar de fe.
Elías comió, se levantó, se puso en el camino hacia el monte Horeb, el monte del encuentro con Dios y allí volvió a esconderse en una cueva.
Allí Dios habló con Elías, el le contó todos los grandes problemas que tenia. Y creo que la lección grande para el profeta es la presencia de Dios en un silbo apacible, un suave murmullo.
1. Levántate y escucha a Dios quien está presente en tu vida quien te alimenta de nuevas fuerzas. No podemos escondernos de la vida y sus realidades, tenemos que seguir adelante, la vida cristiana se trata de la perseverancia y la confianza que nos lleva a seguir intentando, no cansarnos de tratar, cuando has hecho todo lo posible por algún problema o petición, no te rindas, sigue caminando de la mano de Dios y escuchando su voz.
2. No te dejes vencer por la frustración. Usted me dirá: “Pastor, es que he tratado todo y no se resuelve nada” pues entonces trata otra estrategia, dale espacio a Dios para que se resuelva eso que has intentado tu resolver y que Dios con un silbo apacible pondrá en perfecto orden, pero si sigues haciendo algo de forma incorrecta, tendrás siempre los mismos resultados incorrectos.
3. Sal de la cueva que Dios quiere darte palabras de vida para que sigas adelante.

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