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lunes, 7 de marzo de 2011

6 de marzo 2011 Dia Internacional de la mujer

1Sa 1:1-11 En Ramá, un pueblo de los cerros de Efraín, vivía un hombre llamado Elcaná. Sus antepasados fueron: Jeroham, Elihú, Tohu y Suf. Todos ellos eran descendientes de Efraín. (2) Elcaná tenía dos esposas: Peniná y Ana. Peniná tenía hijos, pero Ana no tenía ninguno. (3) Cada año Elcaná y su familia salían de su pueblo para ir al santuario de Siló. Allí adoraban al Dios todopoderoso y presentaban ofrendas en su honor. Allí también trabajaban dos hijos del sacerdote Elí, llamados Hofní y Finees. (4) Cuando Elcaná presentaba un animal como ofrenda, les daba una parte de la carne a Peniná y a sus hijos. (5) Pero a Ana le daba la mejor parte porque la amaba mucho, a pesar de que Dios no le permitía tener hijos. (6) Como Ana no tenía hijos, Peniná se burlaba de ella. Tanto la molestaba que Ana lloraba mucho y ni comer quería. Todos los años, cuando iban al santuario, Peniná la trataba así. (8) En una de esas visitas, Elcaná le preguntó a Ana: «¿Por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Por qué te afliges? Para ti, es mejor tenerme a mí que tener muchos hijos». (9) Ana dejó de comer, se levantó y se fue a orar al santuario. El sacerdote Elí estaba allí, sentado junto a la puerta. (10) Ana estaba tan triste que no dejaba de llorar. Por eso oró a Dios (11) y le hizo esta promesa: «Dios todopoderoso, yo soy tu humilde servidora. Mira lo triste que estoy. Date cuenta de lo mucho que sufro; no te olvides de mí. Si me das un hijo, yo te lo entregaré para que te sirva sólo a ti todos los días de su vida. Como prueba de que te pertenece, nunca se cortará el cabello».

Hoy celebramos el día de la mujer en nuestra congregación. Reconocemos la inmensa labor y el inmenso valor que tienen las mujeres para la vida misma, sin ellas no estariamos así como para la Iglesia del Señor, las congregaciones estan compuestas de mujeres.
La misma celebración que tomamos de nuestra sociedad implica que por años se ha marginado a la mujer, se la ha tenido en un lugar de inferioridad al que Dios le ha asignado. También la Iglesia ha participado de esa marginación: todavía hay Iglesias que no reconocen el llamado de Dios a las mujeres al ministerio pastoral, se les ha relegado a las tareas de cocina o a atender los niños en la escuela dominical. Gracias a Dios por esas mujeres que han estado presentes desde el ministerio de Cristo, en el antiguo Israel y nos han enseñado mucho sobre quien es Dios y como él se relaciona con cada ser humano sin hacer acepción.
Es importante señalar, que al acercarnos al texto bíblico a buscar al Dios que nos revelan las mujeres se trata de un trabajo difícil: estamos muy condicionados/as por siglos de lectura androcéntrica (el hombre como centro y propósito). La sociedad que nos regala la Biblia, donde Dios se revela a la humanidad, Israel, es una comunidad donde la mujer está confinada al espacio privado, la casa, los hijos, su marido. Una mujer que sale y habla en la calle con varones se le considera una mujer de vida alegre. La mujer estéril sufre la peor de todas las desgracias ya que no puede salir a trabajar y de morir su marido antes que ella (que es lo que suele ocurrir) no tenía quien la amparara y proveyera sus necesidades.
También tenemos que reconocer que la imagen que hemos pintado de Dios como padre es la de un anciano varón blanco que hay en los cielos. Las imágenes de ese Dios por lo general le hacen parecer como uno distante de la mujer, a veces de la realidad de nuestro mundo.
Tenemos que afirmar lo siguiente y esto es lo primero que nos enseña el Dios que revelan las mujeres: Lo que nos hace falta no son imágenes, sino una experiencia memorable de Dios.
Hoy nos acercamos a una mujer que nos ayuda a entender nuevas experiencias de Dios. Como actor principal del texto bíblico, Dios se va revelando un poco más a los lectores del texto bíblico a través de cada pasaje que nos narra la interacción de Dios con sus hijos/as. Como hoy buscamos una experiencia con Dios más que fortalecer una imagen, para conocer a Dios hay que soltar las imágenes y dejar que sea Dios mismo quien se nos revele a través de estas mujeres.
Allí tenemos a Ana. Su esposo, Alcaná, tenia otra esposa (Penina), costumbre de la antigüedad, que tenía hijos y se burlaba constantemente de Ana, quien según el texto bíblico, Jehová había cerrado su matriz. Para esta visión de Dios y el mundo, el Senor había castigado a Ana, algún pecadillo oculto tendría, dirían algunos.
Ella vivía infeliz, ya que en una sociedad que se necesitaban muchos nacimientos (hijos para la agricultura, hijos para la guerra) la esterilidad se consideraba el castigo supremo para una mujer. La mujer sin hijos podía ser despreciada, se le marginaba y se le excluía por esa realidad. Este no es el caso de Ana, su esposo la apreciaba mucho según el relato. Pero ella no se sentía feliz.
El texto nos cuenta que Ana se humilló ante Dios en el templo, oró y tuvo una experiencia memorable de Dios. Hay varias cosas que anotar:
1. Ana desde una situación de marginalidad y exclusión, levanta valientemente su mirada hasta Dios, forzándolo, motivándolo a que le conceda un hijo. A pesar de que ella no tiene nada que ofrecer, nada que dar a Dios, se atreve a proponerle un pacto. En los pactos antiguos, el fuerte es el que ofrece y protege, el débil sólo puede retribuir fidelidad y adhesión.
2. Ana, sin tener nada le dice a Dios: si tú me das un hijo, yo te lo doy a Ti, te lo devuelvo. De alguna manera le plantea: esto te conviene más a Ti que a mí, porque vas a disfrutar de tu don... Además de ello, sigue mostrando osadía: la vida de los hijos en el régimen patriarcal es propiedad y libre albedrío del padre; la madre no tiene poder de decisión sobre ella. Ana se salta esta ley y libremente dispone de la vida de su hijo, un hijo que aún no tiene, pero que es su única posibilidad de lograr que Yahvé actúe en su favor.
3. En el relato no se nos presentan las palabras de Dios en diálogo con Ana, pero sí se presenta la acción de éste que confirma a Ana en su fe. El hijo fruto del pacto entre Ana y Dios llega, rompiendo así la condición estéril de Ana. Elcaná respeta la voluntad de su esposa y le permite la consagración del hijo a Dios. Con ello Ana refuerza su autonomía e independencia. Cuando esta mujer, transformada por la fuerza del Dios de la vida, regresa al Santuario, quiere dar gracias al Señor por lo que ella sabe es una gracia. Ana tiene conciencia clara de que la potencia vital, procede -en su caso- de Dios.
4. A trves de la experiencia de Ana se nos revela que Dios santo y único, Dios creador que da y quita la vida, Dios protector y amante. Pero lo más novedoso, significativo y original, es la experiencia que tiene Ana de Dios, como el que escoge a los débiles, pobres y desvalidos.
5. Es Ana, una mujer; en su experiencia y su voz profética la que nos muestra un Dios radicalmente nuevo y distinto al Dios anciano y patriarcal, un Dios que escoge a los humildes, que se parcializa por ellos... y sobre todo un Dios que invierte las situaciones para bendecir al que no tiene nada
6. La sensibilidad de Ana, para descubrir este rostro de Dios, se presenta ante Dios como mujer y su corazón de mujer en primer lugar. Esa condición le permite mirar con otros ojos; esa mirada se configura además por su esterilidad, por el dolor y la amargura que esta esterilidad le causan, su entraña cerrada la abre a las realidades más difíciles de la vida.
7. Por eso Ana nos invita a aprender que Dios es uno que escucha, entra en pactos personales con sus hijos/as que se acercan para ser transformados por la experiencia con el Dios del pacto.
8. Ana nos enseña a motivar a Dios a actuar con nuestro compromiso de fidelidad.
9. Ana nos enseña que Dios tiene un propósito detrás de todas las cosas aun de las que no entendemos.
El corazon de Ana lo vemos en la mujer que se humilla ante Jesus, una sirofenicia. Jesus de primera instancia la rechaza, hasta la insulta, le llama perra, pero ella insite que si lo que hay son las migajas de la humillación, con tal que Dios entre en pacto con ella a traves de Jesus, allí se quedaraa. El Dios que se revela en la sirofenicia nos ensenna a renunciar a los prejuicios culturales del machismo, porque hasta Jesus tuvo que echar a un lado su cultura para poder ser ese Cristo revelado a Israel.
Te invito a que nos acerquemos a ese Dios que no hace acepción de personas y entremos en un pacto de fidelidad y llevemos al Dios de la vida responder con su Gloria, que veamos al Dios que escoge a los humildes que no tienen nada que ofrecer para realizar pactos de vida.

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