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martes, 4 de enero de 2011

una desicion

Lucas 2: 1-18
La familia escucha y acoge la voluntad del Pesebre
En esta mañana retomo el tema que comencé el jueves, ya que es pertinente que como preparación para nuestro encuentro con el que vuelve a nacer en nuestros corazones (si le damos la oportunidad), nos preguntemos qué significa encontrarnos con Jesús para nuestra vida, qué cosas deben suceder cuando nos encontramos con Jesús de Nazaret.
Nos trasladamos hasta la escena de esa primera navidad, donde encontraremos a una joven adolescente, María quien está embarazada pero no ha conocido hombre, tiene su vientre ya abultado, tiene nueve meses. Allí va con su prometido, quien es blanco de todas las preguntas, burlas y comentarios hirientes: “esos dos brincaron la verja antes de tiempo, esos dos se comieron el bizcocho antes de la boda”. A pesar de los comentarios, los señalamientos y las burlas, ellos dos están seguros que algo maravilloso va a pasar con esta criatura por nacer.
Allí están, en un establo para animales, ya que no había hotel u hospital para ir a dar a luz al Salvador del mundo. Llegó el momento del alumbramiento, este niño nace, lo envuelven en una sabanita humilde para protegerlo del frio, ya que en Israel a pesar de ser desértico, en ciertas noches la temperatura puede descender considerablemente. José sacude el pesebre, comedero de animales para allí colocar al bebe, ya que su madre, María debía de estar cansada por el proceso de alumbramiento.
Allí están esta pareja, pasando una muy larga y difícil noche, quienes de las damas aquí presentes han dado a luz saben que es un proceso que demanda mucha energía de la mujer, además allí no había ginecólogos, enfermeras, ni siquiera una comadrona es mencionada en el relato. Solos, exhaustos por el viaje, además del alumbramiento.
Pero de repente, comenzaron a llegar al humilde establo un grupo de pastores de ovejas. Los pastores eran personas de trabajos fuertes pero muy humildes, quienes pasaban sus días y noches al aire libre, vigilando sus rebaños para que no fueran atacados por animales depredadores o no se extraviasen del grupo las ovejas. Estas personas llegan allí con cara de excitación, una mezcla de susto y admiración tremenda.
Vienen contando que de repente se apareció un ángel frente de ellos y le dijo la noticia de que había nacido un salvador, pero mas allá, de repente como si no fuera suficiente un solo ángel se aparece una multitud de los ejércitos celestiales y comienzan a decir “Gloria a Dios en las alturas, en la tierra paz”. Imagínese la historia tan enorme para que los sentidos humanos puedan tolerar toda experiencia.
Pero no son enviados al Palacio del rey ni al templo de Jerusalén, son enviados a aquella pobre pareja que está rodeada de animales y pobreza. Cosas que solo a Dios se le ocurren. Me imagino que cuando llegaron a ver a Jesús iban temerosos, a la expectativa de lo que encontrarían, si en la noche se presentaron todos esos ángeles, allí tendría que haber una cosa majestuosa.
Por el contrario, encontraron a un recién nacido envuelto en pañales, tal como les había sido manifestado en la visión. Al llegar donde Jesús se encontraron una escena sencilla, pero que a cualquier persona le cambiaba el alma. Allí estaba el hijo de Dios, un Dios que rompe todas las reglas de la cotidianeidad, todas las reglas de la física, todas las leyes naturales, su omnipresencia para estar manifestado en la persona de un recién nacido frágil, pero con la capacidad de cambiar el corazón y destino de la humanidad.
Desde la visión los pastores tuvieron que tomar una decisión: nos quedamos aquí desde lejos y pensamos que toda esta visión no fue más que un espejismo por el cansancio o vamos para que nuestra vida sea transformada y nunca volvamos a ser los mismos.
Así nos pasa hoy en día, estamos ante el recién nacido, aquí estamos ante la presencia del Dios encarnado en Jesús, manifestado en la presencia de su Espíritu Santo, por tanto tenemos que tomar una decisión: reconocemos la presencia de Dios y somos transformados por la misma o pensamos que nada de esto tiene sentido ni importancia, ignoramos que hemos experimentado el toque del amor de Dios.
De allí los pastores salieron con una nueva identidad, ya que el encuentro del ser humano con Dios cuando seguimos la revelación de Dios a nuestra vida nunca volvemos a ser los mismos/as. Encontrarse con Jesús demanda una decisión, entramos a enfrentar el pesebre y el plan que Dios tiene para mi vida o sigo de largo, miro sin contemplación y dejo pasar la oportunidad más hermosa de poder ser parte de ese plan que Dios tiene para mi vida, mi familia en el cual quiere darme una nueva identidad. Una que va mas allá de solo asistir al Templo, Dios quiere hacer de mi algo mas, lo hizo con los pastores, quienes se convierten según el relato de Lucas en los primeros evangelistas, portadores de la nueva de que ha nacido un salvador.
Es vivir la experiencia de la mano de Jesús que nos quiere dirigir a una nueva identidad, para que podamos decir como el apóstol Pablo: …ya no vivo yo mas vive Cristo en mi”. Hoy Jesús quiere hacer de ti algo más de lo que puedes imaginar.
¿Cual será tu reacción al llamado de Dios a través del encuentro con el niño del pesebre? ¿Te habrás percatado de la multitud de ángeles a tu alrededor que dan testimonio que Jesús te está esperando en Belén?
¿No te das cuenta que Jesús te está llamando a algo más en tu vida cristiana?
¿Quieres volverte a reencontrar con la gracia de Belén para que haya una renovación total en tu vida?
¿Sabes cuál es la dirección en la cual va tu vida? ¿Quieres volver a encontrar el norte de tu vida?
Llamado a la mesa

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